sábado, 31 de marzo de 2012

Último capítulo. 72. Y una eme más un probable infinito.

Cuando me quise dar cuenta, me estaba mirando fijamente, de pie, en frente de mi. 

-¿Por qué sonríes? -preguntó extrañado.
-Por nada. -dije aún sonriendo y levantándome de la mesa.

Caminamos hasta la salida y salimos del local juntos. Y de pronto, se echó a llover. Lo miré con el ceño fruncido. Estábamos lejos de las casas de ambos, así que no tenía ni idea de a dónde ir. De pronto me cogió de la mano y corrimos en cualquier dirección. Nos saltamos un par de semáforos y oímos algún que otro claxon. No sé hacia donde me llevaba, pero yo lo seguía aún agarrada de su mano. Pasamos por delante de millones de gente, que iban con sus paraguas despreocupados y ni siquiera se percataban de nuestra existencia. Hubo gente que se nos quedó mirando, incluso alguna persona que nos reconoció, pero nosotros corríamos veloces, más rápidos que el viento que se llevaba algún que otro paraguas y las hojas caídas de los árboles. Fuimos a parar a un callejón en que una pequeña luz iluminaba el lugar y un pequeño balcón abandonado tapaba una parte y podíamos no mojarnos. Nos paramos uno frente al otro, y yo me apoyé en la pared exhausta. Lo miré tras unos segundos de calma y ambos nos echamos a reír. Apartó la mirada de mi cara y miró a otro lado recuperando un poco el aire. Me quedé mirándolo y miles de ideas y recuerdos se me pasaron por la cabeza.

-Echaba de menos todo esto. -dije.

Me miró al instante y yo me encogí de hombros medio sonriendo. Se puso serio de pronto y se colocó delante de mí, a bastantes centímetros de mi cara pero mirándome fijamente a los ojos.

-Todo lo que me dijiste en la cafetería.. ¿es cierto? -preguntó dudoso.
-Todo, absolutamente todo. -dije mientras notaba cómo se me erizaba la piel.

Vi cómo tragaba saliva y se pasaba la lengua por los labios. Suspiró y a los pocos segundos cogió aire.

-Si pudiera cambiaría lo malo, te lo aseguro. Cambiaría las discusiones, mis salidas locas por la noche sin ti, y todas esas gilipolleces que hice, pero no puedo. No puedo cambiar las cosas malas, sólo recordarlas, como recuerdo los momentos buenos.. -dijo con cierto aire de melancolía.
-¿Te estás echando la culpa de todo?
-Sí.
-No Dani, no. Tú no tienes la culpa de todo lo que hemos pasado estos meses, de que ni siquiera nos dijéramos hola cuando entrábamos a plató, o de girarnos la cara al vernos en el parking. Es culpa de ambos, de que fuimos unos idiotas. Vale que cortásemos pero nunca debimos de ser amigos, de ser lo que.

Y me cortó, me cortó de la manera más bonita que hay de callar a alguien. Me besó en los labios. ¿Y veis eso que siente la protagonista de la película cuando le besan inesperadamente? Pues yo no sentí eso, no sentí nada de lo que cuentan en las películas de amor que me he tragado toda mi vida. Me sentí mucho mejor, me sentí absoluta y sencillamente feliz. Cúmulo de alegrías, cúmulo de amor, de esperanzas, de miedos, de pasión. Y todo ese cúmulo creó el mejor beso de mi vida. Lo besaba a su compás, era él el que marcaba el momento, el que había decidido sellar todas las palabras con un roce largo y sentido de labios. Y no sé cuántas vueltas dieron las agujas de nuestros relojes de muñeca, no sé cuánto tiempo pasó, pero no me importaba. 

De pronto dejó de llover y salió el sol. Los rayos nos pegaron en la cara y nos separamos. 

-Anna.. 
-¿Volvemos a empezar? Por favor, dime que sí, no pidas perdón por haberme besado, no me digas que ha sido un error o un simple método de hacerme callar, por favor no lo hagas. Dime que volvamos a empezar y bésame otra vez.
-No quiero volver a empezar.

Me quedé atónita, mirándole con los ojos llenos de miedo, de desilusión, de esperanza perdida. Me agarró la cara con las manos y suspiró, echando todo el aire en mi rostro.

-No quiero volver a empezar porque no queiro olvidar nada, ni las peleas. Quiero acordarme de todo eso, quiero que dentro de un tiempo, nos acordemos de esas discusiones y nos riamos a carcajada limpia. 

Y dejó de hablar para besarme, para besarme otra vez, para hacer reales todos esos sueños que durante el tiempo separados había tenido. No volvíamos a empezar, sino que seguíamos con nuestra historia, con las bajadas y las subidas de esta montaña rusa. Y eso superaba a todos los comienzos, a todas las segundas oportunidades que podríamos darnos. 

La noche calló de golpe, y me di cuenta cuando lo tenía en la misma cama de hacía cinco meses, dormido. Era aproximadamente la una de la madrugada, pero decidí no dormirme, al menos en un rato. Estaba de cara a mí, sin camiseta, con la sábana debajo del brazo derecho. Yo lo miraba con la luz que provenía de calle, de la luna llena y de las farolas. ¿Sabéis? No sé si seguiré teniendo esta imagen todas las noches de mi vida, si volveremos a hacer el amor de la misma manera en que la hemos echo hace un par de horas, o de si lo seguiré queriendo así durante mucho tiempo, pero no me importa, no me importa porque ahora mismo sé que me tiene ganada, me tiene ganada por culpa de sus sonrisas y de su manía de hacerlo todo sin pensar. Quizá mañana se arrepienta de todo esto y me deje y no volvamos nunca pero, ¿qué más da? Ahora lo tengo en mi cama, a escasos centímetros de mi, y sé que me quiere, ¡me quiere! Así de simple y así de perfecto. Miro la hora. Es casi la una y media, así que será mejor que me duerma. Me echo en la cama y me acurruco a él, lo despierto sin querer.

-Mmmm.. -dice casi de forma inteligible. 
-Siento haberte despertado, duérmete otra vez anda.. -dije hundiéndome en sus brazos.
-Buenas noches princesa. -dijo despacio y abrazándome más fuerte.
-Buenas noches.. eme. -y dejé caer la última palabra de manera en que yo sólo pudiera escucharla.

Y me dormí, sin miedo a que mañana pudiera decirme que no me quería, que se arrepentía. Me dormí en sus brazos, sonriendo una vez más.

71. Penúltimo capítulo. Eme.

Sábado. Las cosas han cambiado desde que escribí la última vez. Ahora mismo me encuentro en casa, sola, sentada en frente del ordenador, viendo por vigésima quinta vez el final de Six Feet Under. Estoy pensando en todo lo que he pasado, en todas las montañas que he tenido que escalar para ser la que soy ahora mismo. Las lágrimas por el precioso final de esta serie se mezclan con las lágrimas por los recuerdos. Lloro hasta que termina y minimizo la página. Abro el reproductor de música y suena 'Eme' de mi querido Leiva. Me tiro en la cama y miro al techo mientras suena la canción a todo volumen. Eme.. No puedo evitar acordarme de él, de mi 'eme' particular. Martínez. Hace casi cinco meses que dejamos de estar juntos.. Hace casi cinco meses que estábamos en esta misma cama, derrochando amor por todos los poros de nuestra piel. ¿Y ahora? Ahora no queda nada. Es duro verlo todos los días por los pasillos. Verlo feliz, verlo sonreír sin acordarse de la que era su rubia. Y recuerdo todos los momentos juntos mientras se me cae otra lágrima más. Nuestras peleas que terminaban en besos, nuestras caricias al despertarnos, nuestras miradas disimuladas cuando no podíamos dejar que nadie supiese que nos queríamos.. Y que ahora no quede ni un resquicio de ese amor se debe a querer ser siempre perfectos, a vivir siempre de manera rutinaria, a querer que él dejase de ser el chico inmaduro y mujeriego que siempre fue, a que yo me acostumbrase a hablar con Miki muchos días para contarnos qué tal todo.. Y él entonces se enfadaba, y yo también lo hacía cuando se iba de fiesta todas las noches y a mí ni siquiera me avisaba..

Acaba la canción y miro la hora. Las seis y tres de la tarde. Miro el armario y decido vestirme para ir a dar una vuelta. Cierro la puerta de casa al rato y salgo a la calle. Decido entrar en una cafetería sin darme cuenta de cuál de todas las que hay en Madrid era. Entro y pido un cortado. Me siento en la primera mesa que veo libre, pegada a la ventana. Miro por ella y de pronto me doy cuenta de dónde estoy. Caigo en la cuenta y miro alrededor. Mierda -me digo a mi misma- estoy en nuestra cafetería, en la que puede verse desde la ventana una peluquería china, en la que las sillas son las más incómodas de Madrid, en la que veníamos todos los días impares de la semana para tomarnos un par de cafés y hablar y no parar hasta que se hacía de noche. Y de pronto lo veo ahí, en la última mesa que está cerca de la ventana, de espaldas a mí, en la misma mesa en la que nos sentábamos juntos.. Mi 'eme'.

Pasan unos minutos y se que ahora es uno de esos momentos en que la protagonista de la película no sabe qué hacer. Uno de esos momentos en que puedo quedarme aquí sentada haciendo como si no lo hubiera visto, irme corriendo y llorar, o acercarme a él y decir cualquier estupidez que nos una de nuevo o nos separe para siempre. Y, extrañamente, tengo claro lo que tengo que hacer. Cojo mi taza de café cortado por la mitad con una mano y me levanto de una de las sillas más incómodas de Madrid. Decidida, camino hacia delante. Un paso, dos, tres, cuatro, cinco, seis y llego allí. Me mira con los ojos como platos y quieto como una estatua. Dejo la taza en la mesa, dándome cuenta de que ha pedido el mismo café con leche que siempre, y me siento en la misma silla de siempre. Me acomodo, cruzo los brazos apoyados en la mesa, me muerdo el labio superior y miro por la ventana, rezando para no llorar. Segundos después, tras darme cuenta de que no piensa decirme nada, lo miro a los ojos y todo se echa sobre mí. El cielo, las mesas de esta cafetería, la peluquería china de en frente, los recuerdos, sus ojos..

-La misma mesa de siempre, el mismo café de siempre.. -digo sin pensar con un toque de melancolía en mi voz.
-El mismo cortado de siempre, el mismo pintalabios de siempre.. -dice rompiéndome los esquemas.

Trago saliva y miro por la ventana. De pronto se me pone la carne de gallina.

-Oye si.. Si has venido a discutir yo.. Yo me voy. -dice con afán de irse.
-¡No! -suspiro- no sé a qué venido.. Entré por casualidad, te vi y..
-Te conozco y sé que tenías otras dos opciones, y por alguna razón has elegido esta.. ¿Me equivoco? -dice buscando mi mirada perdida en el fondo de la taza de café.

Lo miro y me echo las manos a la cara, desesperada. Él, contra todo pronóstico, habla.

-Estoy desesperado, Anna. Ya no sé qué coño hacer para que todo vuelva a ser como antes. He venido todos los días impares de todas las semanas desde que dejamos de ser lo que fuimos a esta cafetería. Venía, me sentaba aquí y me pasaba más de una hora con la misma taza de café, mirando por la ventana. Y todos esos días esperaba verte aquí, sentada en esta mesa, esperándome. Y no ha ocurrido. Y ahora puedes echarme en cara que tenía que haberte dicho algo, que tenía que haber sido yo el que fuese detrás de ti pero, ¿realmente las cosas se habrían arreglado si lo hubiera hecho?

Lo miré atónita. No me esperaba nada de que lo había dicho. Noté cómo los ojos se me llenaban de lágrimas, y pestañeé un par de veces para no dejar que saliesen.

-Sabes que no, sabes que te habría dicho que las cosas no estaban bien, y esto habría ocurrido de todos modos.. -dije tragando saliva.
-¿Y por qué estás aquí ahora?

Me pensé la respuesta, y entonces me di cuenta de que sí que la sabía. De que la respuesta a esta pregunta la sabía desde que lo vi aquí sentado, hace apenas unos minutos. Lo miré con miedo.

-¿Y tú por qué has venido aquí todos los días impares desde que cortamos? -dije seca y tartamudeando.
-Yo he preguntado primero.
-Pero yo he sido la que he venido aquí a hablar contigo.
-¿Por qué no me contestas y punto? Sin miedos, sin obstáculos de mierda. Confía, ten ovarios y dime la verdad.

Cogí aire.

-Han sido los cinco meses más horribles de mi vida. Me los he pasado metida en casa, deprimida, sin saber qué narices hacer. Y ahora de pronto he venido aquí y la realidad me ha pegado en la cara. Me he acordado de cuando te reíste de aquel chino de la peluquería que salió gritando cosas que nadie entendía, de cuando te bebiste mi cortado y yo tu café con leche por error, cuando me dijiste que me querías un segundo antes de beberte el café entero de un trago.. Y me he dado cuenta de que nunca dejé de sentir todo lo que sentía hace cinco meses en la cama de mi habitación.

Me miró serio. Podía haberse levantado, podía haber sonreído, podía haberme ladrado cualquier cosa que me sentase mal. No hizo nada de eso y, como de costumbre, me rompió los esquemas.

-¡Mira a ese chino de ahí! ¡A saberse qué está diciendo! ¡Yo creo que la muchacha se ha ido sin pagar o algo! -y se echó a reír.

Sonreí. ¿Sabéis? Cualquier chica hubiera pensando que no le estaba importando una mierda todo lo que le había dicho, pero yo, en cambio, lo entendí a la perfección. Me eché a reír al compás de sus carcajadas. ¿Que qué había hecho? Me había hecho entender que nada había cambiado, que quería que las cosas volvieran a estar como antes. No sé si me quería del mismo modo que yo a él, aún no lo sabía, pero me quería, de algún modo lo seguía haciendo. Se levantó para ir a pagar y miré de nuevo a la ventana. Aquel chino de la peluquería de en frente se estaba besando con la chica que había salido corriendo de la peluquería. Y cuando terminó le acarició la cara, se agachó y sacó una caja con un anillo. Sonreí aún más fuerte que antes. Vaya, las cosas nunca son lo que parecen..

viernes, 2 de marzo de 2012

Paréntesis.

Bueno chicas, hago un pequeño paréntesis para decir que en una temporada estaré sin subir capítulos. Me explico, antes escribía porque se me ocurrían cosas buenas y me venía la inspiración y pues, me gustaba hacerlo, pero ahora ya no me vienen ideas, y si escribo es porque me lo pedís y no quiero hacer el feo. Lo siento de veras, sé que si escribo una historia es para comprometerme a escribir, pero es que ahora mismo está siendo imposible, y prefiero no escribir, a escribir cualquier mierda, hablando claro. No sé cuánto tiempo será esto, pero necesito hacer una parada, porque me está costando mucho ponerme a escribir y prefiero hacer un parón. Pido disculpas. Lo siento de veras.