-¿Por qué sonríes? -preguntó extrañado.
-Por nada. -dije aún sonriendo y levantándome de la mesa.
Caminamos hasta la salida y salimos del local juntos. Y de pronto, se echó a llover. Lo miré con el ceño fruncido. Estábamos lejos de las casas de ambos, así que no tenía ni idea de a dónde ir. De pronto me cogió de la mano y corrimos en cualquier dirección. Nos saltamos un par de semáforos y oímos algún que otro claxon. No sé hacia donde me llevaba, pero yo lo seguía aún agarrada de su mano. Pasamos por delante de millones de gente, que iban con sus paraguas despreocupados y ni siquiera se percataban de nuestra existencia. Hubo gente que se nos quedó mirando, incluso alguna persona que nos reconoció, pero nosotros corríamos veloces, más rápidos que el viento que se llevaba algún que otro paraguas y las hojas caídas de los árboles. Fuimos a parar a un callejón en que una pequeña luz iluminaba el lugar y un pequeño balcón abandonado tapaba una parte y podíamos no mojarnos. Nos paramos uno frente al otro, y yo me apoyé en la pared exhausta. Lo miré tras unos segundos de calma y ambos nos echamos a reír. Apartó la mirada de mi cara y miró a otro lado recuperando un poco el aire. Me quedé mirándolo y miles de ideas y recuerdos se me pasaron por la cabeza.
-Echaba de menos todo esto. -dije.
Me miró al instante y yo me encogí de hombros medio sonriendo. Se puso serio de pronto y se colocó delante de mí, a bastantes centímetros de mi cara pero mirándome fijamente a los ojos.
-Todo lo que me dijiste en la cafetería.. ¿es cierto? -preguntó dudoso.
-Todo, absolutamente todo. -dije mientras notaba cómo se me erizaba la piel.
Vi cómo tragaba saliva y se pasaba la lengua por los labios. Suspiró y a los pocos segundos cogió aire.
-Si pudiera cambiaría lo malo, te lo aseguro. Cambiaría las discusiones, mis salidas locas por la noche sin ti, y todas esas gilipolleces que hice, pero no puedo. No puedo cambiar las cosas malas, sólo recordarlas, como recuerdo los momentos buenos.. -dijo con cierto aire de melancolía.
-¿Te estás echando la culpa de todo?
-Sí.
-No Dani, no. Tú no tienes la culpa de todo lo que hemos pasado estos meses, de que ni siquiera nos dijéramos hola cuando entrábamos a plató, o de girarnos la cara al vernos en el parking. Es culpa de ambos, de que fuimos unos idiotas. Vale que cortásemos pero nunca debimos de ser amigos, de ser lo que.
Y me cortó, me cortó de la manera más bonita que hay de callar a alguien. Me besó en los labios. ¿Y veis eso que siente la protagonista de la película cuando le besan inesperadamente? Pues yo no sentí eso, no sentí nada de lo que cuentan en las películas de amor que me he tragado toda mi vida. Me sentí mucho mejor, me sentí absoluta y sencillamente feliz. Cúmulo de alegrías, cúmulo de amor, de esperanzas, de miedos, de pasión. Y todo ese cúmulo creó el mejor beso de mi vida. Lo besaba a su compás, era él el que marcaba el momento, el que había decidido sellar todas las palabras con un roce largo y sentido de labios. Y no sé cuántas vueltas dieron las agujas de nuestros relojes de muñeca, no sé cuánto tiempo pasó, pero no me importaba.
De pronto dejó de llover y salió el sol. Los rayos nos pegaron en la cara y nos separamos.
-Anna..
-¿Volvemos a empezar? Por favor, dime que sí, no pidas perdón por haberme besado, no me digas que ha sido un error o un simple método de hacerme callar, por favor no lo hagas. Dime que volvamos a empezar y bésame otra vez.
-No quiero volver a empezar.
Me quedé atónita, mirándole con los ojos llenos de miedo, de desilusión, de esperanza perdida. Me agarró la cara con las manos y suspiró, echando todo el aire en mi rostro.
-No quiero volver a empezar porque no queiro olvidar nada, ni las peleas. Quiero acordarme de todo eso, quiero que dentro de un tiempo, nos acordemos de esas discusiones y nos riamos a carcajada limpia.
Y dejó de hablar para besarme, para besarme otra vez, para hacer reales todos esos sueños que durante el tiempo separados había tenido. No volvíamos a empezar, sino que seguíamos con nuestra historia, con las bajadas y las subidas de esta montaña rusa. Y eso superaba a todos los comienzos, a todas las segundas oportunidades que podríamos darnos.
La noche calló de golpe, y me di cuenta cuando lo tenía en la misma cama de hacía cinco meses, dormido. Era aproximadamente la una de la madrugada, pero decidí no dormirme, al menos en un rato. Estaba de cara a mí, sin camiseta, con la sábana debajo del brazo derecho. Yo lo miraba con la luz que provenía de calle, de la luna llena y de las farolas. ¿Sabéis? No sé si seguiré teniendo esta imagen todas las noches de mi vida, si volveremos a hacer el amor de la misma manera en que la hemos echo hace un par de horas, o de si lo seguiré queriendo así durante mucho tiempo, pero no me importa, no me importa porque ahora mismo sé que me tiene ganada, me tiene ganada por culpa de sus sonrisas y de su manía de hacerlo todo sin pensar. Quizá mañana se arrepienta de todo esto y me deje y no volvamos nunca pero, ¿qué más da? Ahora lo tengo en mi cama, a escasos centímetros de mi, y sé que me quiere, ¡me quiere! Así de simple y así de perfecto. Miro la hora. Es casi la una y media, así que será mejor que me duerma. Me echo en la cama y me acurruco a él, lo despierto sin querer.
-Mmmm.. -dice casi de forma inteligible.
-Siento haberte despertado, duérmete otra vez anda.. -dije hundiéndome en sus brazos.
-Buenas noches princesa. -dijo despacio y abrazándome más fuerte.
-Buenas noches.. eme. -y dejé caer la última palabra de manera en que yo sólo pudiera escucharla.
Y me dormí, sin miedo a que mañana pudiera decirme que no me quería, que se arrepentía. Me dormí en sus brazos, sonriendo una vez más.